Yira, yira…

En 1929, Enrique Santos Discépolo escribió uno de los más famosos tangos argentinos: me refiero a Yira, Yira. Y resulta sorprendente como casi un siglo después la letra no ha perdido actualidad en lo más mínimo. En el enlace anterior no sólo puede verse el tango cantado por Carlos Gardel, sino que además dejo, para los no-argentinos, una traducción-explicación de su significado del lunfardo.

Casi siete meses ya desde que Carolina fue sustraída ilegalmente del país con destino aún desconocido. Y ningún avance por parte de las autoridades: el juez que llevaba el caso de la sustracción ha sido reemplazado por otro, y no se ha movido absolutamente nada en un mes. El Mosso encargado de la investigación, de baja médica. Las autoridades españolas en el exterior que deberían facilitarme los datos necesarios para que pueda acelerar la búsqueda, sin respuesta desde hace más de un mes. Un bufete de abogados que contraté, para que puedan conseguirme contactos que me permitan localizar a mi hija, un mes entero para realizar un simple expediente. Y yo tengo que estar, por imperativo legal, en manos de otras personas cuya implicación emocional es cero. Dependo de otras personas para que el tema consiga dar pasos adelante, pero a nadie le importa.

“La indiferencia del mundo, que es sordo y que es mudo, recién sentirás”

De los medios de comunicación, aún peor. Ninguna TV, productora o periódico nacional ha tenido la dignidad de contestar a mis e-mails. ¡Ni siquiera la educación de contestar! Apenas si he conseguido arañar unos minutos en la TV autonómica y cobertura en la prensa local. También lo he intentado con agencias de comunicación con los mismos resultados: la gran mayoría ni contesta, y los pocos que lo hacen dicen desconocer como llevar un asunto de secuestro parental o te proponen redactar una nota de prensa por 400€ + IVA sin ninguna garantía de publicación.

La misma respuesta -es decir, la no-respuesta, es la que obtengo de personajes públicos que podrían echar una mano desde su rol de comunicador social. Basta que una persona -da igual que sea periodista, deportista, o simplemente tertuliano de TV,- que tenga miles de seguidores en las redes sociales se haga eco del caso para que la “bola de nieve” llegue a los medios. Pero tampoco.

“Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, y al mundo nada le importa… Yira, yira… Aunque te quiebren la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor”.

Bajando ya a la tierra, la cosa no va mucho mejor. En el momento de la consumación del secuestro parental, surgieron muchos voluntarios dispuestos a echar una mano de la forma que sea. De hecho, gracias a todos ellos pude realizar un concierto solidario, una caminada popular, una chocolatada, paradas informativas, etc. Me sentí muy acompañado entonces. Pero con el correr de los meses -y no es una crítica a nadie que pueda sentirse identificado- las ganas de colaborar ya no son las mismas. Cada uno tiene sus cosas, su vida, sus historias, y es totalmente normal que sigan su camino. No tengo derecho a exigir nada de nadie, al contrario, les agradezco todo lo que han hecho y lo que me han ayudado entonces. Pero mi hija sigue desaparecida, la situación no ha cambiado nada en absoluto, y debo seguir luchando aún contra toda adversidad. Y estando solo es más difícil. Sigo necesitando ayuda, del tipo que sea, y mucha, y una de las mejores preguntas que me gusta escuchar es ¿Cómo puedo ayudarte?

Tengo a mi familia a más de 10.000 kilómetros. Me escuchan, sí, pero poco más pueden hacer. Mis amigos hacen lo que pueden dentro de sus posibilidades, que tampoco son muchas. Y también tienen su vida y sus historias. Y ni siquiera la persona con la que tengo una gran implicación emocional puede implicarse tal como yo lo hago: nadie, absolutamente nadie que no lo haya vivido como padre o madre puede saber como se siente uno en este momento. Por eso no es de extrañar que donde más empatía encuentro es en un grupo de padres y madres afectados por el secuestro parental.

Ahora bien, aunque en este post deprimente pueda parecer que estoy a punto de tirar la toalla, no hay nada más lejos de la realidad. Sigo y seguiré haciendo cosas. Comienzo la semana con las pilas cargadas a tope para seguir luchando por Carolina. Porque también, como dice Santos Discépolo en Cambalache, el que no llora no mama.

 

 

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