La justicia española ha dado la razón a un padre residente en EE.UU. por el secuestro parental de sus dos hijos por parte de su mujer, que viajó con ellos desde norteamérica a España y se negó a regresar. El asunto está más claro que el agua: la mujer comete un secuestro parental y luego se intenta justificar con todo tipo de excusas -en las que nunca falta la más ridícula de todas, la falta de dinero, cuando todos los padres no ponemos ninguna pega en el dinero si permiten que nuestros hijos regresen-; llega a España, pide el divorcio para quedarse con los niños y borrar al padre de la vida de los pequeños.
El padre intenta, sin éxito, comunicarse con la madre. Ella le niega el contacto por correo electrónico y por teléfono. Incluso cuando él viaja, dos veces, desde EE.UU. a España para ver a sus hijos y solucionar el tema “por las buenas”, ella no le abre la puerta. Entonces él decide denunciarla por secuestro parental.
En EE.UU. se toman las cosas en serio. No en vano fue condenada María José Carrascosa por secuestro parental y prefirió la cárcel antes que permitir que el padre pudiera ver a la hija en común de ambos. Pero la gran mayoría de los medios españoles la presentan como una heroína. Conseguir que una firma de abogados le entregaran el pasaporte de la hija, viajar con su hija ilegalmente, y privarla de su padre, que siempre estuvo dispuesto a negociar. ¿Heroína? ¿De verdad? 721.000 euros de indemnización para Peter Innes, pero eso no le devuelve a su hija.
Volvamos al caso de actualidad. Éste ha ocurrido en Gijón. Y la manipulación mediática es lamentable, llegando a publicar una foto de la madre lamentándose de la “injusticia” cuando lo único que se está haciendo es, precisamente JUSTICIA.
«¿Qué voy a hacer ahora? Esto es una injusticia» es lo que dice Aurora Torres, la secuestradora parental. Pero los comentarios dejan bien claro lo que piensa la gente de a pie. Afortunadamente, cada vez se toma más conciencia de la gravedad de los secuestros parentales y de que las verdaderas víctimas son los menores, obligados, por el capricho de uno de los progenitores, a crecer sin el otro.
Es reconfortante que los juzgados españoles, al menos ahora -dejemos el caso Carrascosa a un lado- hagan caer sobre los secuestradores parentales todo el peso de la ley. No obstante, me sigue preocupando la poca presión que ejercen sobre otros estados para que respeten los convenios internacionales. Mi hija es española, nació vivió aquí toda su vida hasta que su madre decidió secuestrarla. Hay una niña española desaparecida en algún lugar de Rusia. ¿Alguien va a hacer algo en algún momento para solucionarlo? ¿Y los medios, van a dejar de tratar el tema como si fuera un litigio entre dos partes?