La noche del 30 de abril del 2018 quedará grabada a fuego en mi memoria. Fue el breve reencuentro con Carolina después de más de dos años sin poder disfrutar de su compañía. Comenzó con tensión, por las circunstancias que me vi obligado a realizar para poder intentar traérmela de vuelta a España, pero poco a poco la situación fue cada vez más distendida hasta conseguir unos momentos inolvidables, en donde padre e hija se ponían al día tras tanto tiempo sin verse.
Hoy es uno de aquellos días tristes. Me han llegado noticias algo desesperanzadoras desde Kirguistán, que quiere ser competente en un caso en el que no debería serlo. La defensa de sus nacionales, -mi ex-mujer tenía nacionalidad rusa cuando la conocí, pero ahora ha recuperado la nacionalidad kirguisa- y la imposibilidad de que separen a un hijo de su madre convierte a este asunto en una lucha de David contra Goliat. Por si fuera poco, el rescate fallido afecta a mi imagen ante sus autoridades, que no ven nada bien que un extranjero quiera entrometerse en lo que ellos creen son sus propios asuntos: basta ver la infame nota de prensa que difundieron en los medios.
Hoy es un día que te da ganas de tirarlo todo, de admitir que he perdido y de que nada de lo que haga puede traer a mi hija de vuelta. Un día en el que lo ves todo negro y que te sientes desamparado por la justicia que ni ha protegido a tu hija ni tampoco da pasos a favor de su repatriación. Un día en que te sientes ignorado por todos y que nada de lo que hagas podrá cambiar nada.
Por tanto, dada la dificultad de esta empresa, voy a ponerme un límite en tiempo para resolver esto. Lucharé por mil años. Y si no lo resuelvo en mil años, lo haré por otros mil más. Aunque en algún momento muera, seguiré luchando para reencontrarme con Carolina. ¿Por qué esa cifra? Porque esa fue la última canción que escuchamos Carolina y yo: en esas breves horas que pasamos juntos, ella me enseñó todas las ediciones que hizo sobre varias canciones en su canal de YouTube -canal que ha sido borrado, seguramente por orden de su madre-. Me enseñó dicha canción y quedó grabada en mi memoria a tal punto que me cuesta escucharla sin poder evitar el llanto. Y más aún cuando he comprendido parte de la letra.
(Por cierto, agradezco al anónimo que ha donado 1000 euros para esta dura y noble causa. A Carolina no le puedo fallar, pero tampoco a ninguna de las personas que creen en mí y en el amor de un padre por una hija). Aquí dejo el recordatorio del crowdfunding.
El corazón late rápido,
colores y promesas,
¿cómo ser valiente?
¿cómo puedo querer cuando temo caer?
Pero viéndote sola,
todas mis dudas de alguna manera desaparecen,
un paso más cerca,
he muerto todos los días esperándote,
querida, no tengas miedo de que te haya querido,
durante mil años.
te querré por otros mil más.
El tiempo permanece detenido,
belleza en todo lo que ella es,
seré valiente,
no dejaré que nada se lleve
lo que está delante de mí,
cada respiración,
cada hora que ha terminado en esto,
un paso más cerca.
He muerto todos los días esperándote,
querida, no tengas miedo de que te haya querido,
durante mil años.
te querré por otros mil más.
Y todo el tiempo creí que te encontraría,
el tiempo ha traido tu corazón hasta mí,
te he querido durante mil años,
te querré por otros mil más,
un paso más cerca,
un paso más cerca.
He muerto todos los días esperándote,
querida, no tengas miedo de que te haya querido,
durante mil años.
te querré por otros mil más.
Y todo el tiempo creí que te encontraría,
el tiempo ha traido tu corazón hasta mí,
te he querido durante mil años,
te querré por otros mil más.